Estamos viviendo un momento único. Nunca se ha producido una acumulación de tecnología como la actual. Desde el punto de vista empresarial, la revolución digital ya tiene y tendrá un impacto mucho mayor que el que tuvo la revolución industrial.
En pocos años hemos visto llegar internet, ayer, en los 90, y hemos pasado a usar ahora términos como Inteligencia Artificial, Big Data, Machine Learnig, Blockchain, impresión 3D, 5G, Internet de las cosas, y otros muchos, son cuestiones que nos suenan a todos aun sin ser grandes expertos en la materia.
Hay una ubicuidad de acceso a contenidos y servicios impensables hace muy poco años. Estamos, por lo tanto, asistiendo a un ritmo de cambio y difusión de la tecnología vertiginoso.
Todo esto nos da una imagen clara de encontrarnos en una situación clave para el devenir de empresas y ciudadanos, que plantea toda una serie de retos, oportunidades y amenazas, claro está, como en toda revolución.
Hemos de ver la digitalización como una herramienta que puede aportar respuestas, soluciones, a retos sociales, medioambientales, económicos e impulsa el crecimiento a futuro. Esta nueva situación plantea a su vez grandes desafíos, puede plantear una brecha tecnológica. Hablamos de Industria 4.0 y en ocasiones habría que mirar en qué punto se encuentran muchas empresas, o nos encontramos muchas administraciones públicas. El nivel de madurez de cada organización de cara a afrontar esta nueva revolución es importante a tener en cuenta, no debemos dejar a nadie atrás.
Se demandan otros conocimientos y aptitudes.
La digitalización no va de tecnología, o no va sólo de tecnología: va de transformación empresarial. Conlleva un cambio profundo, que obliga a analizar nuestras organizaciones. La digitalización tiene que pasar a formar parte del ADN de las empresas. La digitalización debe ser un medio más, pero nunca un fin en sí mismo.
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